Ya empezó oficialmente el verano y sería conveniente refrescar nuestro conocimiento sobre sus efectos en la conducción y, sobre todo, en las estrategias para combatirlo.

Una de las preguntas que suelen fallar los aspirantes a conductor es la que plantea si el aire acondicionado o el climatizador son un elemento de seguridad activa. No solemos tener dudas a la hora de identificarlo como un elemento de confort, pero a veces obviamos su relación directa en la prevención de los accidentes de tráfico.

Nuestro organismo esta diseñado para funcionar con normalidad a 36,5 ºC y cualquier variación en esta temperatura genera mecanismos fisiológicos que intentan mantener este equilibrio (en caso de exceso, por medio de la sudoración y la vasodilatación periférica, fundamentalmente). Si la temperatura de nuestro cuerpo supera los 38 ºC ya se pueden producir daños a la salud y, a partir de los 40,5 ºC, puede llegar incluso la muerte.

¿Por qué aumenta el riesgo?

Según un estudio hecho público por Hella, la conducción con exceso de calor puede aumentar en un 11% el riesgo de accidentes al volante si se superan los 27 grados centígrados dentro del habitáculo del vehículo, llegando incluso a dispararse a un 22% en caso de que se alcancen temperaturas por encima de 32 grados centígrados. El estudio demostró, entre otras evidencias, que una temperatura excesiva acentúa la sensación de fatiga, disminuyendo nuestro estado de alerta y concentración y aumentando el tiempo de reacción ante cualquier imprevisto en la carretera.

Otros estudios señalan que por encima de los 35 ºC la conducción es comparable al peligro de circular con una tasa de alcohol superior a las máximas legales permitidas. En este caso el conductor dejaría de percibir el 15% de las señales y aumentaría sus errores en la toma de decisiones, fallando entre un 25% y un 35% las situaciones complicadas del tráfico. Por supuesto, su tiempo de reacción aumentaría peligrosamente.

Si analizamos las capacidades básicas que debe tener un conductor y la influencia del calor en ellas podremos comprender mejor por qué lo tratamos como un factor de riesgo en la conducción:

Percepción: la información captada por nuestros sentidos necesita ser identificada por nuestro cerebro como paso previo a su procesamiento. El calor provoca una mala calidad en la recepción de los estímulos, perdiéndose una información que puede ser vital para resolver situaciones conflictivas.

Atención: a la hora organizar y coordinar la información o ponderar su importancia cometeremos errores, disminuyendo además nuestra alerta, haciendo más peligrosa la conducción

Toma de decisiones: si la información recogida no es suficiente y de calidad, el resultado final impedirá una buena decisión, viéndose comprometida la seguridad de los ocupantes del vehículo y del resto de usuarios de la vía. No hay que menospreciar, además, la influencia que provoca el calor en nuestro equilibrio emocional, aumentando la agresividad y las conductas temerarias

Tiempo de reacción: en el complejo proceso, previo a realizar la acción para evitar el riesgo, el tiempo de respuesta suele ser la clave para evitar los accidentes. El calor ralentiza el proceso alargando de forma peligrosa la respuesta procesada. Cuando la temperatura pasa de 21 ºC a 27 ºC, el tiempo de reacción se alarga un 22 %. En pruebas realizadas a 90 km/h, se recorren 25 y 41 metros respectivamente

¿Cómo prevenir?

Las recomendaciones con tiempo caluroso no son muy distintas a las que debemos tomar para prevenir los “golpes de calor”, si bien a veces no son tenidas en cuenta por los conductores:

  • Estar bien hidratados es fundamental. Debemos reponer el agua que perdemos a través del sudor y anticiparnos a tener sed bebiendo líquidos sanos.
  • Debemos realizar paradas con mayor frecuencia para  refrescarnos y evitar la fatiga y somnolencia.
  • Usar el aire acondicionado o el climatizador con moderación ya que los grandes contrastes térmicos, cuando salgamos del vehículo, nos harán candidatos a padecer resfriados y dolores de garganta. Es suficiente con mantener la temperatura de nuestro habitáculo en torno a los 23 ºC.
  • Las comidas con alto contenido en grasas o calorías dificultan que nuestro organismo realice un buen control de la temperatura corporal.
  • Los niños y las personas mayores son más  sensibles a los efectos del calor por lo que extremaremos su vigilancia evitando su exposición directa al sol (usando parasoles o cortinillas). Hay que evitar dejarlos en el vehículo cuando realicemos cualquier parada, la temperatura subirá de forma peligrosa. Las mascotas también entran en esta recomendación.
  • El aire del habitáculo debe ser de la mejor calidad posible.

La negligencia en el mantenimiento de filtros etc., nos pasará factura incrementando la fatiga ocular y haciéndonos respirar microorganismos patógenos.

  • Si hace sol debemos protegernos con gafas adecuadas
  • Nuestro vestuario es fundamental por lo que elegiremos ropas de tejidos  frescos y muy transpirables. Ojo con el calzado, las chanclas de playa y similares pueden ocasionarnos algún susto, además de la consiguiente multa.
  • Elegir las horas de menos calor para realizar los viajes largos.
  • Circulando en moto no debemos sucumbir a la tentación de no usar los elementos de protección. Existe en el mercado equipación de verano y recordar abrir la ventilación del casco (tomas de aire). ¡Hay que equiparse como si la caída la fuéramos a tener hoy!

 

Por Francisco Paz, Gerente de Movilidad y Formación de PONS Seguridad Vial